La derrota más cruel
Que el fútbol tiene mucho de surrealista lo pudo confirmar el Málaga en la noche más triste de su historia. Después de un partido glorioso en Dortmund, dominado de principio a fin, lo echó todo por la borda en el tiempo de descuento. Se aflojó, se relajó porque lo creía todo hecho y el Borussia, siempre ambicioso, con la energía que le contagia su indomable entrenador, remontó con dos tantos de esos de puro empuje, con los centrales en el área contraria para marcar como fuera. Primero Reus y después Santana, en posiciones dudosas de fuera de juego, apuntillaron a un Málaga preso de una pesadilla. Todo lo demás queda borrado por ese mal sueño. El orgullo de sus 2.000 aficionados, el esfuerzo inhumano de sus jugadores, la personalidad de su entrenador, Manuel Pellegrini, recién aterrizado en Alemania tras enterrar a su padre. Fue la derrota más cruel.
Al saltar los jugadores de Pellegrini al campo antes del encuentro, Gámez miró a la grada de sus seguidores y les lanzó un gesto lleno de rabia. Tantos años y tantas penurias después, allí estaban ellos, juntos, en el centro de Europa, sin dejarse intimidar por el poderoso ambiente del Westfalenstadion, al grito del “sí se puede, sí se puede”. Los 2.000 blanquiazules frente a los 75.000 germanos en una atmósfera siempre cordial y festiva. Al final del choque acabarían unos y otros entonando el “sí se puede”, en español.
El Dortmund no salió a arrollar, como acostumbra, disuadido por la táctica de la hormiga del Málaga, cuya intención inicial era aguantar los arranques de cada parte. Pellegrini dirigió el encuentro con su tranquilidad habitual. Lo que más pedía a sus jugadores era adelantar sus posiciones, pues le gusta defender atacando la pelota. Había prescindido del único delantero de la ida (Saviola)
Al saltar los jugadores de Pellegrini al campo antes del encuentro, Gámez miró a la grada de sus seguidores y les lanzó un gesto lleno de rabia. Tantos años y tantas penurias después, allí estaban ellos, juntos, en el centro de Europa, sin dejarse intimidar por el poderoso ambiente del Westfalenstadion, al grito del “sí se puede, sí se puede”. Los 2.000 blanquiazules frente a los 75.000 germanos en una atmósfera siempre cordial y festiva. Al final del choque acabarían unos y otros entonando el “sí se puede”, en español.
El Dortmund no salió a arrollar, como acostumbra, disuadido por la táctica de la hormiga del Málaga, cuya intención inicial era aguantar los arranques de cada parte. Pellegrini dirigió el encuentro con su tranquilidad habitual. Lo que más pedía a sus jugadores era adelantar sus posiciones, pues le gusta defender atacando la pelota. Había prescindido del único delantero de la ida (Saviola)
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